En las últimas dos décadas, Estados Unidos ha desplegado una intensa campaña de descrédito contra Venezuela, presentándola como un “narco-Estado” y un foco de inseguridad regional. Este relato, difundido desde la Casa Blanca y replicado por medios internacionales, ha servido de justificación para sanciones económicas, aislamiento diplomático y amenazas veladas de intervención. Sin embargo, bajo la lupa de organismos internacionales y especialistas, la narrativa antidrogas se desmorona y asoma la verdadera motivación: el control de las mayores reservas probadas de petróleo del planeta.
“El narco-Estado venezolano es un invento propagandístico; lo que existe es un país sentado sobre un tesoro energético que Estados Unidos no puede dejar de codiciar”.
Venezuela posee más de 303 mil millones de barriles de crudo certificados por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), cifra que la coloca por encima de Arabia Saudita. A pesar del bloqueo financiero y comercial impuesto desde 2015 con la Orden Ejecutiva 13692 firmada por el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que declaró a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria”, el país logró mantener su producción petrolera y, en los últimos dos años, repuntar sus exportaciones. De acuerdo con la agencia de noticias Reuters, un documento interno de Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (Pdvsa) reportó que en 2024 las exportaciones de crudo crecieron alrededor de 10.5 % respecto al año anterior, alcanzando ingresos por 17.52 mil millones de dólares.
La ofensiva estadounidense también se sostuvo en acusaciones de que el gobierno venezolano opera como un cártel de narcotráfico. No obstante, Pino Arlacchi, diplomático italiano y exdirector de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), desarma esa versión en su artículo “El gran engaño contra Venezuela: la geopolítica del petróleo disfrazada de lucha contra las drogas”, publicado en agosto pasado en El AntiDiplomático.
Arlacchi sostiene que Venezuela es un actor marginal en las rutas globales de cocaína y que nunca existió el “Cártel de los Soles” como lo repite Washington. Según el experto, lo que se esconde bajo ese mito es la necesidad de disfrazar con argumentos de seguridad el verdadero interés: las riquezas petroleras del país.
Los datos de la propia Unodc respaldan esta posición. Sus informes anuales identifican a Colombia como principal productor de cocaína y a Centroamérica y el Caribe como los corredores de mayor tráfico. Venezuela, en cambio, no figura como eje nodal en estos reportes. Aun así, la etiqueta de “narco-Estado” ha sido útil para endurecer las sanciones, confiscar activos y criminalizar al gobierno venezolano en foros internacionales.
Más allá de la campaña internacional de descrédito, organismos multilaterales han reconocido avances sociales en Venezuela. El informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI) 2025, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y otras agencias de la ONU, reporta que la prevalencia de subalimentación —es decir, el porcentaje de la población que no alcanza a consumir las calorías mínimas necesarias para llevar una vida sana y activa— bajó de 17.6 % en 2019 a 5.9 % en 2024. En educación, de acuerdo con la base de datos de la Unesco–UIS y del Banco Mundial, la tasa de alfabetización de adultos en Venezuela supera el 97 %, lo que significa que casi toda la población mayor de quince años sabe leer y escribir.
En materia de vivienda social, el programa estatal Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) ha informado la entrega de más de 5 millones de hogares hasta 2024-2025, cifra que marca un hito en la región. Estos datos, aunque poco visibilizados en los grandes medios, muestran que Venezuela no puede reducirse a la caricatura de un país en ruinas: también existen logros concretos que forman parte de su realidad social.
En realidad, la campaña internacional contra Venezuela responde menos a una preocupación por la democracia o las drogas, y más a la urgencia de mantener bajo control las reservas energéticas que podrían reconfigurar el mapa de la dependencia petrolera mundial. Como sintetiza Arlacchi: “El narco-Estado venezolano es un invento propagandístico; lo que existe es un país sentado sobre un tesoro energético que Estados Unidos no puede dejar de codiciar”.
Aunque hemos crecido bajo el peso de una campaña mediática que insiste en mostrar a Venezuela como una nación en ruinas, sometida a una dictadura y hundida en el hambre, la realidad exige más que aceptar versiones prefabricadas.
La tarea de la sociedad, y en especial de las juventudes, es estudiar con rigor, investigar con profundidad, cuestionar los discursos dominantes y escudriñar a quién sirven realmente. Sólo con una mirada sagaz y crítica podremos descubrir el trasfondo geopolítico de estas narrativas y, al hacerlo, acercarnos a la verdad más allá de los intereses que la ocultan.
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