Hace unos días se conmemoró en México un aniversario más del Día del Niño, fecha en la que se elogia a los más pequeños de nuestro país y se da pie al consumismo.
No quiero dejar pasar esta fecha para que reflexionemos acerca de las condiciones tan difíciles que padecen miles de niños en nuestro país, porque es más sencillo seguir la ola que nos lleva a pensar en que los niños son felices sólo por ser niños, y en estricto sentido, de acuerdo a su naturaleza así debería ser. Sin embargo, esto dista mucho de ser cierto porque millones de niños padecen tristeza debido a la miseria de la que son víctimas.
Detrás de cada uno de estos datos que hacen que se erice la piel por preocupantes, hay una historia de vida de pequeños que, a su corta edad, son duramente lastimados por la pobreza que sufren, la violencia y la carencia de educación.
Datos oficiales publicados por la propia Secretaría del Bienestar en su informe trimestral 2024, Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2023), Coneval, la Encuesta Nacional del Trabajo Infantil y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), señalan que en México el 51 % de los niños, niñas y adolescentes viven en situación de pobreza y el 20 % padece pobreza extrema; 3.7 millones de niños y adolescentes mexicanos trabajan por necesidad; 4.4 millones de niños y adolescentes entre los 3 y 17 años no asisten a la escuela debido a la necesidad que tienen de trabajar, es decir, tres de cada diez; uno de cada dos niños y adolescentes sufren algún tipo de violencia en casa; México ocupa el primer lugar en obesidad infantil y, al mismo tiempo, el 12 % de los niños y niñas menores de cinco años padecen desnutrición crónica.
De un objetivo de 11.5 millones de niños, sólo 270 mil 245 menores recibieron algún tipo de apoyo de la 4T. Las becas son insuficientes y no logran mejorar la escolaridad ni frenar el avance de los males que afectan a la infancia y adolescencia mexicana.
Ocho de cada diez estudiantes no alcanzan los conocimientos esperados para su nivel educativo; diariamente son asesinados en promedio tres niñas, niños y adolescentes.
Estas cifras son preocupantes, porque reflejan un profundo contraste contra los discursos oficialistas que quieren mostrar a una infancia en México sana y feliz, y aún hay más, pues se sabe que de 2018 a 2020 más de medio millón de niños fueron reclutados por el crimen organizado, según datos proporcionados por la Secretaría de Seguridad Pública. La organización no gubernamental Reinserta señala que entre 145 mil y 250 mil menores de edad están en riesgo de padecer este cruel destino.
Detrás de cada uno de estos datos que hacen que se erice la piel por preocupantes, hay una historia de vida de pequeños que, a su corta edad, son duramente lastimados por la pobreza que sufren, la violencia y la carencia de educación, circunstancias que en algunas ocasiones obligan a los niños a abandonar su hogar y recorrer un camino incierto en busca de las oportunidades que no poseen, encontrando, muchas veces, la muerte.
La niñez mexicana sufre porque es víctima de un sistema rapaz en decadencia y de un gobierno que mantiene enquistados en su cúpula a personajes que parecen sacados de una caricatura, que sólo salen cada 30 de abril a tomarse la foto con los infantes y a externar su sonrisa más falsa, mientras que su inacción es el culpable número uno de los problemas tan graves que tienen que soportar nuestros niños.
Y eso que no estamos en zona de guerra, eso que México es un país que se ha declarado pacífico, porque los males que describimos no son específicos de un territorio, sino que son las consecuencias de continuar sometidos bajo un régimen caduco, sin querer abrir los ojos y cegados, enriqueciendo a los poderosos del dinero con nuestra fuerza de trabajo.
La niñez en México y el mundo sufre, sin esperanza de acabar con tanta miseria que los inunda. A 12 mil 495 km, en la Franja de Gaza, en Palestina, el asesino, Israel, financiado por Estados Unidos, recurre a la matanza masiva para abatir la inquebrantable resistencia de este pueblo. Aniquilar a los niños es una de las tácticas del invasor para implantar la desesperanza.
Los niños palestinos están siendo objeto de cacerías bestiales, de las cobardes tropas israelíes que desde hace más de 75 años bombardean su territorio.
La política de exterminio de menores palestinos va acompañada de otras acciones destinadas a dañar la vida cotidiana del pueblo palestino. El invasor los humilla para socavar su autoestima, los priva del derecho a la justicia, a comunicarse, a reír y hasta imaginar un nuevo futuro.
“El Comité de la ONU acusó al Ejército israelí de cometer violaciones masivas sin precedentes. Desde el 7 de octubre de 2023 hasta el 10 de septiembre de 2024 han muerto bajo el fuego enemigo de armas explosivas de gran alcance más de 16 mil 756 niños y han sido heridos 6 mil 168, sin contar a otros tantos que han muerto bajo los escombros y no fueron contabilizados. 21 mil niños están desaparecidos, 20 mil han perdido a uno o ambos padres, 17 mil se encuentran solos o separados de sus familias, decenas han muerto por desnutrición y 3 mil 500 niños están en riesgo de muerte por falta de alimentos” (news.un.org, 19 de septiembre de 2024).
“La respuesta humanitaria se ha tornado casi imposible”, afirmó el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef), que reportó al menos 322 niños muertos y 609 heridos desde el fin de la tregua, lo que representa una media diaria de más de cien menores de edad asesinados o mutilados en los últimos diez días (news.un.org, 1 de abril de 2025).
Ante estos hechos no nos resta más que denunciar, no ser cómplices del exterminio con nuestro cobarde silencio. Debemos denunciar la ocupación y colonización de su territorio y el financiamiento de la guerra. Esto significa mucho, significa defender a los niños palestinos contra la barbarie.
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