MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

ENTREVISTA | Ya estábamos resignados viendo cómo se caía nuestra casa

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  • En Ejido Carrizal Viejo, Huauchinango, dos generaciones relatan la noche del 16 de octubre de 2025: doce horas a la intemperie por la crecida del río Pantepec en una zona con antecedentes desde 1999

Las inundaciones representan uno de los fenómenos naturales más destructivos en México, y la región de la Sierra Norte de Puebla se cuenta entre las más vulnerables. El riesgo se concentra en las comunidades asentadas cerca de los ríos; entre estos, el río Pantepec destaca como una de las corrientes más importantes e impetuosas de la zona: si bien es fuente de vida y un elemento central del ecosistema, se transforma en una fuerza devastadora durante la temporada de lluvias.

Es así como Ejido Carrizal Viejo, como muchas otras comunidades, ha construido su historia y su vida cotidiana en estrecha relación con este río. 

Sin embargo, esta proximidad lo ha vuelto especialmente susceptible a los desbordamientos. La combinación de factores como lluvias intensas, la deforestación en la cuenca alta y la falta de infraestructura de contención adecuada convierte al Pantepec en una amenaza latente. 

Históricamente, eventos como los de 1999 o, más recientemente, en 2013, 2018 y 2022 han dejado una huella imborrable en la memoria colectiva.

El problema no es esporádico, sino cíclico, y demanda atención urgente en materia de prevención, gestión del riesgo y apoyo a la reconstrucción por parte de las autoridades municipales, estatales y federales. En estas ocasiones, el río no sólo ha salido de su cauce, sino que ha arrasado con cultivos, ha dañado viviendas y ha puesto en riesgo la vida de sus habitantes, evidenciando la recurrente exposición a desastres y la frágil capacidad de recuperación de la comunidad por sí sola.

El testimonio del señor Pablo Munguía y su nieto Antonio Munguía documenta la crítica situación que enfrentaron la noche del jueves 16 de octubre de 2025. Ambos permanecieron doce horas a la intemperie, esperando auxilio, pero la creciente del río, alimentada por la lluvia, los mantuvo incomunicados e imposibilitó cualquier operación de rescate organizada por sus vecinos.

¿Nos podría decir de dónde es originario?

Don Pablo Munguía: Yo soy nacido en San Pedro Tlachichico, estado de Hidalgo. Aquí (en Ejido Carrizal Viejo, Huauchinango) llevo más o menos 55 años, desde que se fundó. En todo ese tiempo han pasado corrientes (del río Pantepec) como la de 1999; en aquella ocasión no nos hizo un desastre, pero el desbordamiento del río que acaba de pasar sí nos dejó amolados, nos dejó completamente destrozada la casa.

¿Cuál era su casa?

Esa. Sí, era mi casa, esta de aquí —señala, con un nudo en la garganta, los escombros—; el terreno es desde allá hasta aquí, donde nos dejó el patrón. Yo me quedaba ahí y el nieto acá. El desbordamiento del río se la llevó completamente.

¿Usted a qué se dedica? ¿Su trabajo se vio afectado por la inundación?

Me dedico al campo. El río se llevó la cosecha. Lo tendió y se echó a perder. Yo tenía maíz y plátano. Perdí unos 20 mil pesos en los cultivos. Vendemos aquí; a veces nos vamos afuera del pueblo.

¿Qué les han dicho las autoridades?

Según nos van a apoyar, pero ahorita todavía no. Creo que será hasta mañana, porque ya nos mandaron un mensaje para prepararnos e ir a recoger el apoyo a Carrizal Nuevo.

Por otro lado, unos encargados me comentaron que una compañía vendría a construirnos, aunque no sé si en verdad vaya a suceder. Como le digo, después de la primera vez en 1999 —cuando el deslave sepultó la comunidad de Michún— habían pasado otras tres o cuatro corrientes, pero ninguna había causado un destrozo como este. En tormentas anteriores, el agua entraba a la casa y llegaba como al metro de altura, pero esta vez las afectaciones fueron mucho mayores.

Actualmente, nos estamos quedando en lo que quedó de nuestro cuartito, lo poco que el agua nos dejó. Vivimos sólo mi nieto y yo, nadie más. Ahorita nos dedicamos a buscar nuestras cosas entre los escombros; muchas se perdieron y algunas las hemos encontrado enterradas.

Espero que las autoridades se apresuren a construir, si es que lo van a hacer, por lo menos los cuartos.

Si no hubiera pasado el asunto de la tormenta, ¿cuánto necesitaría usted para recuperar la pérdida? ¿Cuánto cree que hubiera sacado con lo que ya tenía?

Para recuperar lo perdido calculo que necesitamos unos 20 mil pesos. Esto es para volver a sembrar plátano y maíz, que era nuestro sustento. Habíamos proyectado ganar unos 50 mil pesos con la cosecha; las plantas venían creciendo muy bien. Cada ocho días, cuando cortábamos el plátano para vender, obteníamos ingresos de 3 mil 400 pesos.

Ese dinero lo usábamos de dos formas: una parte la reinvertíamos en la tierra y la otra era para nuestros gastos personales. Ahora, para empezar de nuevo, necesitamos limpiar el terreno, chapear y levantar la siembra. Sin ayuda, nos costará mucho más tiempo y esfuerzo recuperarnos.

Va a estar muy complicado este tiempo, igual que en otros lugares. El agua se llevó todo, y mucha gente no cree lo que vivimos. Nuestro refugio fue un árbol ahí, entre esos plátanos. Ahí nos subimos porque ya no podíamos hacer nada más. Quedamos a la intemperie, totalmente expuestos.

Yo me agarré de una rama y mi nieto puso la moto del otro lado. Cada uno se subió en un lugar y ahí nos agarramos, esperando a que pasara todo. Aguantamos hasta que finalmente bajó la creciente.

Pasamos toda la noche ahí. Le dije a mi nieto: “Mientras el agua no nos lleve, a ver qué pasa”. Ya estábamos resignados, viendo cómo se caía nuestra casa. Yo ya viví algo parecido en 1999, pero no fue tan grave. Esta vez el agua socavó y se llevó la tierra. Como el terreno no tenía banqueta, empezó a socavar y a socavar, trató de salir y se llevó todo. El piso del cuarto lo levantó y lo arrastró.

Estuvo muy fuerte. Aquí, en esta parte, sólo yo fui el más afectado; el agua se llevó toda mi casa. Las cosas de mi nieto desaparecieron con la corriente. Los papeles los recogí y los puse arriba, pero pasó un tronco enorme que rompió todo. Sólo se oía cómo crujía, cómo rechinaba, como un golpe contra los muros.

Esta casa la construí con material que me dieron después del desastre de 1999. Ya estaba haciendo otros cuartitos cuando pasó lo de ahora. Ojalá y esta vez nos apoyen, porque va a estar bien complicado. Fue una pérdida total. ¿Con qué sacrificio la íbamos levantando para que en una noche, en un ratito, se destruyera? Toda la vida la pasamos levantando de poco en poco, y en un momento la corriente se llevó todo. Dijeron que iban a venir a rellenar, a emparejar estos desastres. Esperemos.

“Si no hay apoyo, a empezar de cero”

Eso nos dijo en entrevista don Pablo Munguía. Su nieto, Antonio Escovedo Munguía, originario de la Ciudad de México, explicó que desde hace un tiempo se mudó a casa de don Pablo Munguía, quien es su abuelo y quien lo acompaña en su día a día, mientras se gana el pan trabajando en la distribución de pollo crudo en la zona del Ejido de Carrizal Viejo.

¿Nos podría narrar cómo sobrevivieron ustedes esa noche?

Antonio Escovedo Munguía: Viví un trauma. La verdad, es una situación muy fuerte, muy dura. El agua nos agarró por la parte de atrás de la casa, justo donde está el junco. Tardamos muchísimo en construir nuestro patrimonio, poco a poco.

Le invertimos alrededor de 20 a 25 años de nuestra vida, porque así es esto: uno se va levantando conforme va trabajando. Por ejemplo, aquí había cuatro habitaciones, y cinco con la que se va a tumbar, porque la cocina ya se movió y también hay que derribarla. Al final, nada más quedaron prácticamente los pilares. Esos cuatro muros eran la cocina, y se está cayendo.

Se necesitaría que el gobierno nos apoye para recuperar, aunque sea una parte, de lo que perdimos. No sabría decirles exactamente, pero se necesita material y mano de obra. Eso es lo principal.

¿A qué se dedica usted?

Normalmente soy chofer, pero en estos momentos me estoy dedicando a la venta de pollo crudo. Esa moto que ve ahí es con la que trabajo y me gano la vida.

¿Y esos pollos son de su propia cría?

No, yo le trabajo a otra persona. Es para un matadero que tiene su negocio.

Si el gobierno no los apoyara, o si el apoyo fuera muy insuficiente, ¿cuánto cree que tardarían en volver a construir su casa?

La verdad, si no hay apoyo, sería empezar de cero. Nos tomó alrededor de 20 años construir lo que teníamos, y creo que nos volvería a tomar lo mismo, otros 20 años, más o menos. Prácticamente tenemos que desaparecer lo que quedó, limpiar el terreno al 100 % antes de siquiera pensar en volver a construir.

Por lo que menciona, ¿el agua se llevó parte del terreno? ¿Eso implica que ahora tienen que rellenar con tierra?

Sí, exacto. Hay que meter tierra nueva y compactarla bien. Prácticamente todo esto hay que derribarlo para que no quede una base falsa o inestable, para que cuando se construya otra vez, quede seguro.

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