La comunidad enfrenta rezago eléctrico entre promesas incumplidas, protestas crecientes y consecuencias económicas que agravan el descontento social
Los últimos rayos del sol atravesaban el cielo desde el poniente, pintándolo de colores ocre y rojizos; oscurecía rápidamente. Ante la falta de energía eléctrica, pronto las tinieblas invadirían el ambiente, tanto arriba como abajo, y esta sería la segunda noche que los pobladores de Villa Tamulté de las Sabanas tendrían que pasar sobre el asfalto de la ruta Villahermosa-Frontera.
Lo sucedido en Tamulté de las Sabanas demuestra que una comunidad organizada puede volverse capaz no sólo de resolver lo urgente, sino también de aspirar a cambiar estructuras más grandes si logra mantener la unión más allá del momento.
Bloqueando el paso a todo tipo de vehículos, ejercían presión para que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y las autoridades estatales resolvieran de manera definitiva la falta de energía eléctrica en toda la región que comprende diecinueve rancherías como Aniceto, Rovirosa, Tocoal, La Loma, La Manga y Miramar; problema que, además, impedía el funcionamiento del mecanismo de bombeo, dejando sin agua potable a toda la zona indígena integrada por treinta y dos comunidades.
Es cierto que todos estaban cansados, pero también entendían que era una lucha de resistencia, y que, si cedían, sus peticiones quedarían una vez más en el olvido. Entre el agotamiento que sentían y su disposición a continuar con la lucha hasta el final, recordaban cómo los policías antimotines habían querido impedir el bloqueo; cómo intentaron dispersarlos con gases lacrimógenos y cómo la abuelita María Pérez García, agitando una bandera de México, se le puso enfrente al uniformado que la apuntaba con un lanzagranadas de humo, gritándole: “Si me tiras te voy a demanda y voy a hacer que te quiten la chamba, cabrón”.
Más tarde, una vez que lograron posicionarse sobre la carretera, algunos de los más atrabancados sacaron un cañón rudimentario, usado normalmente para juegos pirotécnicos, y amenazaron con usarlo si los antimotines regresaban. “Si regresan aquellos, los vamos a agarrar a bazucazos”, decían.
La noche del jueves 29 de mayo, primer día del plantón, los pobladores que no pudieron participar se solidarizaron con sus compañeros y donaron dos marranos para la lucha y ahí, sobre la carretera, los sacrificaron, cocinaron y alimentaron a todos los manifestantes para animarse entre ellos y para mandar el mensaje al gobierno de que estaban dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de alcanzar sus objetivos. “Ya estuvo bueno de tanta mentira”, comentaban molestos.
Era casi medianoche cuando, entre risas y una que otra mordida a los chicharrones que sacaban humeantes del enorme cazo de cobre, bromeaban con uno de sus vecinos que se decía abogado: “Mi lic, ven a ver cómo va el caso”, le gritaban desde la otra orilla y señalaban el perol con la manteca hirviendo.
Faltaban quince minutos para las 7:00 de la noche de la segunda jornada (30 de mayo), cuando llegó un nuevo grupo de funcionarios similar a los que habían intentado durante el día convencerlos de levantar el plantón con diversas promesas, solo que esta vez venían encabezados por el subsecretario de Gobierno José Pablo Mora Gómez. “Traigo un documento firmado por el gobierno”, anunció mientras se disponía a darle lectura:
“…El compromiso es que el 4 de junio se iniciará el proceso de donación del terreno para la subestación ante el Registro Agrario Nacional (RAN); para posteriormente iniciar el proceso de construcción de la subestación eléctrica en la zona indígena Yokot’an”.
Al final del escrito aparecía la firma de José Ramiro López Obrador, secretario de Gobierno.
—¿Y si no cumple, qué? —preguntó uno de los quejosos.
—Ustedes se vuelven a plantar —respondió Mora Gómez.
Como si hubiese pronunciado las palabras mágicas, los manifestantes estallaron en júbilo y se empezaron a retirar, y poco a poco los vehículos comenzaron a transitar de nuevo.
Por su parte, los técnicos que durante todo este tiempo se encontraban trabajando a contrarreloj anunciaron el restablecimiento de la energía eléctrica. Después de las 8 de la noche, tras 26 horas de bloqueo, la vialidad regresaba a la normalidad, como si nada hubiera pasado, porque hasta la basura se llevaron.
¿Dónde quedó la “empresa de clase mundial”?
Desgraciadamente, el de Tamulté de las Sabanas no es el único caso en el que la gente se harta de los apagones y decide tomar medidas extremas para hacerse escuchar.
La Secretaría de Gobierno ha documentado más de treinta plantones o bloqueos en distintos puntos del municipio de Centro, como Tamulté de las Barrancas, Atasta de Serra, Indeco, Miguel Hidalgo, Gaviotas y Bosques de Saloya, con la participación de más de mil 500 personas en total; y la propia CFE ha reconocido haber recibido alrededor de ciento cuarenta y cinco denuncias por interrupciones en el servicio eléctrico.
Por su parte, José Atila Montero Acosta, expresidente de la Asociación de Padres de Familia, ha comentado cómo algunas escuelas han tenido que suspender clases por la misma causa.
Otro aspecto del problema es el que indica la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles de Tabasco (AMHM) al asegurar que la ocupación hotelera en la zona del Centro Histórico y Tabasco 2000 ha repuntado en un 30 % durante las noches; el motivo es que los constantes apagones en zonas habitacionales obligan a quienes ahí viven a trasladarse a un cuarto de hotel mientras se restablece el servicio y, aunque su nivel económico supera al de las colonias populares, sí afecta los gastos de la familia.
Pese a todo esto, en la paraestatal no hay indicios de recuperación; por el contrario, los datos que publican los medios demuestran que, en el sexenio de AMLO, empeoró su desempeño, como la caída del 73 % de sus ganancias durante el tercer trimestre de 2019 que reportó la revista Forbes, mientras que en 2021 perdió —de acuerdo con Buzos de la noticia— 106 mil 260 millones de pesos. En 2022 la pérdida fue de 15 mil 666 millones y de 271 mil 574 millones de pesos en 2024; luego de haber ganado 107 mil 910 millones en 2017 y 76 mil 256 en 2016.
Para completar este tétrico cuadro, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) reconoce haber recibido más de mil 600 quejas en los últimos cuatro años por el mal servicio y cobros indebidos de la empresa.
¿Qué pasa en los hechos? ¿Cómo se atienden las contingencias?
—Nosotros lo que hicimos, ahora que se fue la luz en varias partes de allá de Macuspana, fue cooperarnos entre todos para reponer el transformador que se quemó; fuimos a la presidencia, y lo que nos dijeron es que no hay dinero, que si queremos nos podían ayudar con la mitad. ¿Y qué vamos a hacer, pué? Si necesitamos la luz, le tenemos que entrar —responde doña María del Carmen Guzmán, habitante de la colonia Luis Córdova Reyes.
Y, efectivamente, el pasado 24 de marzo del presente año, varios municipios del estado como Centro, Centla, Cárdenas, Tacotalpa, Huimanguillo, Jalpa de Méndez, Ciudad Pemex y Macuspana se vieron afectados por un apagón masivo, derivado de la falta de mantenimiento de gran parte de la infraestructura eléctrica. La gravedad de la situación afectó a varios estados del sureste de la república como Yucatán, Quintana Roo, Chiapas y Campeche, evidenciando un abandono de por lo menos seis años.
En cambio, las grandes compañías y particulares encumbrados sí tienen forma de hacer que la CFE responda adecuadamente. Recordemos que El Financiero del 1 de julio de 2022 dio a conocer el pago por parte de la empresa que dirige Manuel Bartlett, una indemnización de 270 millones de dólares a un consorcio integrado por la china Sinohydro y las mexicanas Grupo Omega y Caabsa, por haber suspendido la millonaria obra Chicoasén II, en Chiapas, luego de haber ganado la licitación.
“AMLO tiene la culpa”
De acuerdo con la CFE, el 90 % de los usuarios en quince comunidades presentan morosidad, pese a haber recibido beneficios del programa “Borrón y cuenta nueva”. Señala que esta obstinación por no pagar dificulta cualquier avance en el mejoramiento del sistema eléctrico.
La empresa ha sido tajante: si no pagan, no es viable invertir en nuevas subestaciones ni aumentar el número de transformadores, lo cual mantiene en pausa la modernización de la zona.
—Nosotros sí pagamos; aquí en Tamulté de las Sabanas la gran mayoría pagamos la luz —ataja doña Silvia García Esquivel, habitante del lugar y entrevistada al final del plantón.
—¿Y si la gente no paga, quién le enseñó a no pagar? Dígame. ¿No fue el mismo expresidente de la república?
Sin embargo, los más afectados, aparte de las familias, son las pequeñas empresas como abarroteras, carnicerías, despachos contables y ferreterías, que ya no pudieron operar por la falta de luz. En el caso de las carnicerías, perdieron productos debido al calor.
Datos del más reciente Censo Económico elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indican que, al cierre de 2024, en Tabasco había 140 mil 391 establecimientos en los que laboraban 619 mil 302 personas.
Es decir, que más de medio millón de tabasqueños están expuestos a perder hasta su fuente de ingresos por las pérdidas que genera el mal servicio eléctrico. Por su parte, las empresas multinacionales o nacionales como Walmart o Chedraui pueden superar la crisis debido a que cuentan con plantas de luz propias.
¿Triunfaron o sólo les dieron manejo?
Por lo pronto, los pobladores de Tamulté de las Sabanas ya levantaron el bloqueo, aunque todavía persisten grupos de inconformes en diferentes colonias, cerrando calles por diversos puntos de la ciudad de Villahermosa. Volvieron a confiar en la palabra de sus gobernantes.
Curiosamente, nadie parece querer recordar que hace justamente un año, en este mismo lugar, se escenificaron exactamente los mismos acontecimientos, con la única diferencia de que en aquel entonces —8 de julio de 2024—, el bloqueo duró solamente cinco horas. Sin embargo, por lo que comentan los propios tamultecos, la demanda es mucho más antigua.
—Estamos con este problema desde hace doce años —aseguró uno de los representantes, de nombre Atilano Pérez García.
Otro líder indígena enfatizaba:
“Desde el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, lo dijo en el parque público de la villa: ‘Tamulté de las Sabanas va a tener subestación’. Hoy en día, ya salió el presidente y no hizo nada; ahora está Claudia Sheinbaum, menos. Estamos decepcionados de este mal gobierno, es como si gobernara el PRI en sus peores tiempos”.
Sin embargo, volvieron a confiar.
Al momento en que se escriben estas líneas (31 de mayo), los habitantes de Tamulté de las Sabanas se congregaban en su delegación y, constituidos en Asamblea General, destituían fulminantemente a su representante. Su delito: no haber apoyado al plantón por querer quedar bien con las autoridades.
Sería útil tomar en consideración que lo sucedido en Villa Tamulté de las Sabanas es una muestra de la fuerza que puede tener un pueblo organizado cuando se decide a hacer a un lado las diferencias que siempre existen, en aras de luchar por el bien común.
Pero también nos enseña que, si esa unión deja de ser fugaz, espontánea, y se convierte en algo permanente y bien estructurado, puede ser capaz no sólo de darle seguimiento a la solución de sus necesidades hasta que se concluya la obra, sino de trazarse metas de mayor trascendencia y dimensión, que abarquen no sólo diecinueve o treinta y dos comunidades, sino el municipio entero o, ¿por qué no?, el estado o el país.
Nunca lograremos nada si no empezamos desde ahora a plantearnos una organización semejante, integrada por trabajadores conscientes.
Por otro lado, la fulminante destitución de un representante que llegó al poder por voto popular, por haber traicionado los intereses de su pueblo, nos muestra que eso mismo podemos hacer en una escala superior.
Lo que es válido en el reducido espacio de una comunidad, también lo es —aunque más complejo— a nivel de un municipio, de un estado, de un país. Si eso hiciéramos, no tendríamos tantos gobernantes que, después de endulzarnos el oído con grandes promesas y pequeños apoyos mensuales, traicionan descaradamente la palabra empeñada y aun se atreven a pasearse por ahí, seguros de que no pasará nada, porque somos incapaces de unirnos de una vez y para siempre bajo un solo ideal.
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