México ha sido escenario de diversos movimientos sociales a lo largo de su historia, hechos que ponen de manifiesto, como rasgo común entre todos ellos, el descontento social en contra de quienes ostentan el poder político. Veamos.
Hacia finales del siglo XVI, los esclavos en las regiones azucareras de Veracruz y Córdoba comenzaron a rebelarse para obtener su libertad. Casi al término del siglo XIX surgieron movimientos indígenas como las guerrillas de los Yaquis en Sonora y protestas laborales como las huelgas de Cananea y Río Blanco, que mostraron el descontento social en contra del gobierno porfirista. Estos dos últimos terminaron en verdaderas masacres.
Los movimientos sociales tienen que ser revolucionarios, no sólo espontáneos sino permanentes; para ser más fuertes y poder lograr un cambio sustancial deben estar encabezados por el pueblo organizado.
La Independencia de México, que ocurrió entre 1810 y 1821, cuando la sociedad virreinal estaba fuertemente jerarquizada, lo que permitía la explotación y sumía en la miseria al pueblo, incluyendo a indígenas y mestizos, generó un gran descontento social y deseo de rebelión.
Para el siglo XX, la Revolución mexicana, de 1910 a 1920, buscó derrocar la dictadura de Porfirio Díaz y establecer un gobierno más equitativo; sus demandas incluyeron derechos laborales, justicia social y reparto de tierras, sentando las bases que dieron origen a la Constitución de 1917.
Posteriormente surgen los movimientos sociales de la posrevolución, que durante el sexenio de Lázaro Cárdenas se llevaron a cabo políticas como la nacionalización del petróleo y la reforma agraria, impulsadas en parte por el poder de los movimientos obreros y campesinos.
Posteriormente estallaron los movimientos de los 50 y 60, en donde también se vio la consolidación de los obreros, ferrocarrileros y el gremio magisterial, que buscaban mejores condiciones laborales y derechos.

Cabe señalar que en esta década destacan el movimiento de los médicos de 1964, que fue duramente reprimido por el gobierno, y el movimiento estudiantil de 1968, que fue uno de los más representativos, que demandó democracia y libertades políticas para los estudiantes y que, como ya sabemos, fue duramente reprimido por el gobierno de Díaz Ordaz, culminando en la masacre de Tlatelolco el 2 de octubre.
En 1994 surge el Movimiento Zapatista (EZLN), que exigía derechos para las comunidades indígenas y una mayor democratización del país. Para la década de 2010 las protestas feministas crecieron en intensidad y visibilidad para denunciar la violencia de género y los feminicidios en el país.
En 2012 aparece el movimiento estudiantil #YoSoy132, que surgió espontáneamente en redes sociales y universidades para demandar la democratización de los medios y un proceso electoral transparente.
En el año de 2014 aparece en escena el movimiento por Ayotzinapa, motivado por la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero, que desató una ola de indignación y protestas continuas a nivel global, exigiendo verdad y justicia. Y, finalmente, la reciente protesta del movimiento de la mal llamada generación “Z”, que logró juntar a más de 17 mil mexicanos, entre estudiantes, comerciantes, médicos, amas de casa, campesinos, obreros, etcétera. Por mencionar algunos de los movimientos más significativos.

Esta breve remembranza histórica sobre los movimientos más significativos que ha vivido nuestra querida nación deja en claro que han surgido de manera legítima, que son producto del hartazgo y de la inconformidad social de la gente.
Se trata de movimientos que, en la gran mayoría de casos, han terminado en represión, masacre y baño de sangre, como los de Cananea y Río Blanco, la Independencia, la Revolución mexicana, como el de Tlatelolco, en donde finalmente es el pueblo el que sale pagando la factura.
El surgimiento de todos estos movimientos mencionados comúnmente ocurre en periodos de gran descontento social, principalmente en contra del gobierno en turno, naturalmente, como reacción a coyunturas políticas difíciles, desigualdades sociales, violaciones a los derechos humanos, inseguridad, falta de obras públicas, malos salarios, falta de inversión en educación, salud, seguridad o por medidas gubernamentales polémicas (como aumento de impuestos, reformas a leyes que no benefician a la población, etcétera).
Todo debido a que la gente ya no confía en las vías institucionales habituales (partidos y gobierno) y se ve obligada a manifestarse de manera pública o, como ya es más común en estos últimos años, en las redes sociales, en plataformas digitales que han servido como medio masivo para mostrar su rechazo y demandar atención y soluciones a los problemas sociales que aquejan a la gran mayoría de los mexicanos.

Se nos vende un discurso en donde se nos quiere hacer creer que vivimos en un país democrático, con libertades para expresar nuestra inconformidad y expresarla de manera libre.
Sin embargo, la realidad es otra y queda demostrado todo lo contrario: el gobierno reprime con el argumento de que se utiliza la fuerza pública para contener y evitar actos de vandalismo, atropellando no sólo los derechos civiles sino también los derechos humanos, tratando de callar a como dé lugar a todo aquel que esté en contra del gobierno.
Se dice que hay democracia cuando el pueblo tiene que salir a manifestarse porque no existe, porque son atropellados los derechos de libre asociación, libre manifestación, porque no hay un verdadero bienestar social donde podamos gozar de una buena educación, de una atención en la salud universal, donde tengamos servicios elementales para una vida digna, donde se refleje seguridad.
No existe tal democracia porque existe una desigualdad muy marcada entre quienes tienen en sus manos el poder y la inmensa mayoría que no tiene más que su voz para manifestarse.
Cuando no se puede cumplir por parte del gobierno en darle bienestar social al pueblo, no se puede hablar de ser un gobierno democrático.
La manifestación social representada en los movimientos sociales a lo largo de la historia sólo pone de manifiesto que al gobierno no le interesa resolver las necesidades de su pueblo, sólo atiende a los intereses de los grupos que tienen poder económico a quienes pone a su servicio todo el aparato del estado, mientras al pueblo se le atiende con garrote y represión.

Los movimientos sociales tienen que ser revolucionarios, no sólo espontáneos sino permanentes; para ser más fuertes y poder lograr un cambio sustancial deben estar encabezados por el pueblo organizado y con líderes verdaderos, con una conciencia clara de que sólo se alcanzará el objetivo si se crea un movimiento organizado, politizado y consciente de su tarea, no con aquellos que sólo toman un motivo para encender el descontento social y después desaparecen, por líderes verdaderamente emanados del pueblo.
Sólo así se podrá cambiar la situación actual y se logrará cambiar las condiciones sociales y políticas en las que hoy nos ha tocado vivir.
El gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo no representa a los intereses del pueblo, porque no hay un solo día en que el descontento social no se haga presente, donde tengan que salir a manifestarse los transportistas pidiendo seguridad en las carreteras, donde los campesinos tienen que bloquear carreteras para exigir un mejor precio para el maíz, en donde el clamor general es falta de seguridad, donde los médicos tienen que exigir medicamentos.
Si realmente le importara a la presidenta con “a” el pueblo, su gobierno tendría que garantizar los recursos suficientes, no sólo para el campo sino para invertir más en seguridad, salud, educación, en hacer crecer los empleos y buscar que los salarios sean justos, que los impuestos tengan su destino en garantizar la inversión en obra pública.
México está llamado a un cambio radical y eso sólo se logrará cuando el pueblo tome conciencia de ello, no sólo como llamarada de petate, sino permanentemente en lucha para mejorar las condiciones de vida, la historia ya nos lo ha dejado en claro.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario