Una reflexión urgente sobre la manipulación histórica
La historia la escriben los vencedores… o eso nos han hecho creer. Hoy, más que nunca, urge cuestionar los relatos dominantes sobre la Segunda Guerra Mundial y recuperar la memoria de quienes verdaderamente llevaron el peso del conflicto.
Honrar a los soviéticos caídos es también denunciar las mentiras del presente, esas que intentan borrar el costo real de la victoria sobre el fascismo.
A pesar de que los datos históricos son contundentes, la pregunta sobre quién ganó la Segunda Guerra Mundial parece haberse nublado en el discurso oficial. El relato impulsado por el imperialismo estadounidense y sus aliados ha invisibilizado el papel decisivo de la Unión Soviética, presentando a los ejércitos occidentales como los principales artífices de la derrota del nazismo.
Mientras se glorifica el desembarco de Normandía en 1944 como el punto de inflexión, se minimiza la resistencia heroica del pueblo soviético en Stalingrado, Leningrado, Kaliningrado y Kursk, donde se libraron batallas fundamentales para detener a la maquinaria nazi. Más de 20 millones de soviéticos murieron durante la guerra, y fue en el frente oriental donde el Ejército Rojo enfrentó al 80 % de las tropas alemanas.
Se repite insistentemente la narrativa del “pacto con los nazis” por parte de la URSS, ignorando que Stalin propuso en múltiples ocasiones alianzas defensivas con Occidente, mismas que fueron desestimadas. En cambio, se olvida el Acuerdo de Múnich de 1938, en el que líderes británicos y franceses dieron vía libre a Hitler para ocupar parte de Checoslovaquia.
Esta manipulación no es casual ni inocente. Forma parte de una estrategia histórica de aislamiento hacia Rusia, iniciada desde la Revolución Bolchevique. A través de los medios, el cine, la academia y la educación oficial, se ha impulsado una campaña para desacreditar el papel del comunismo en la lucha contra el fascismo, preparando así el terreno para justificar los actuales ataques políticos y militares contra el Estado ruso.
En el contexto del actual conflicto en Ucrania, financiado y alimentado por la OTAN, recordar quién ganó verdaderamente la Segunda Guerra Mundial no es sólo un acto de memoria: es un acto de resistencia frente a la manipulación histórica.
Honrar a los soviéticos caídos es también denunciar las mentiras del presente.
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