El pasado 15 de mayo, miles de maestros pertenecientes a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) iniciaron movilizaciones en el centro del país, así como en varias capitales de distintas entidades federativas, con la consigna principal —además del incremento del 100 % al sueldo base y la homologación de las prestaciones, entre otras demandas— de abrogar la Ley del Issste de 2007 y la Reforma Educativa de 2019, ya que la primera, argumentan los maestros, ha precarizado sus pensiones y afectado negativamente sus condiciones de retiro.
Las demandas de los maestros no son aisladas, casuales ni particulares, sino que atañen a millones de mexicanos que cada vez tienen menos posibilidades para sobrevivir.
Por su parte, el gobierno federal, encabezado por Claudia Sheinbaum Pardo, ha respondido que habrá incremento salarial, pero que no hay presupuesto suficiente para revertir esa ley por completo ni para implementar un nuevo sistema de pensiones bajo las condiciones que exige la CNTE.
Las tensiones entre los maestros y el gobierno han llegado a un punto crítico, ya que, a pesar de las reuniones realizadas, los ofrecimientos de la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez; el titular del Issste, Martí Batres, y el secretario de Educación Pública, Mario Delgado, no convencen a los líderes ni al magisterio que representan.
En Yucatán, el paro magisterial continúa tanto en Mérida como en el interior del estado, al no lograrse un acuerdo con el gobernador Joaquín Díaz Mena. En la entidad, además de las exigencias nacionales, los maestros piden también la desaparición de la Ley del Instituto de Seguridad Social de los Trabajadores del Estado de Yucatán (Isstey) de 2022.
Ningún ciudadano de buena fe puede desdeñar la importancia de la lucha de los maestros por mejores condiciones salariales, dado que es una de las profesiones peor pagadas, o por mejores prestaciones y condiciones de trabajo, pues se sabe de sobra la precariedad y ausencia hasta de lo indispensable en los centros escolares, así como la necesidad de abrogar leyes que lastiman sus intereses. Sin embargo, en mi modesta opinión, su lucha gremial tiene el defecto de ser sectorial y casi de carácter puramente económico.
Considero, desde mi sencillo punto de vista, que para que una inconformidad y lucha de grupo sea exitosa y logre los mejores resultados, debe estar arropada y respaldada por todos los sectores populares que sufren, si no exactamente los mismos atropellos, sí situaciones que afectan su vida y que, por tanto, les permiten sentir como propios los agravios cometidos impunemente contra diversos sectores de la sociedad.
La lucha magisterial ha dado y puede dar frutos importantes. Su audacia y valor pueden contagiar a casi la totalidad de las familias mexicanas, pues la mayoría tiene hijos, nietos, sobrinos o algún familiar que se está educando y se encuentra bajo la guía del magisterio.
Los maestros, pues, juegan un papel de extraordinaria importancia para toda la sociedad, dado que son ellos los forjadores del presente y del futuro ciudadano de la patria.
Pero el movimiento magisterial sólo puede dar frutos valiosos si se concibe como parte integrante de la lucha de todo el pueblo. ¿Acaso no son también problemas de millones de mexicanos la falta de empleo, los bajos salarios, los pésimos servicios de salud, la educación mala y cara para sus hijos, la falta de vivienda, la carestía del gas y la electricidad, etcétera?
Si todos los sectores de la población trabajadora logramos constituirnos en una gran organización popular, identificada con la necesidad de cambiar el estado de cosas en nuestro país, llegaríamos a la conclusión de que las demandas de los maestros no son aisladas, casuales ni particulares, sino que atañen a millones de mexicanos que cada vez tienen menos posibilidades para sobrevivir.
Lo erróneo y perjudicial de las medidas gubernamentales en contra de los maestros lastima a todos los mexicanos, porque millones de niños y jóvenes se han quedado sin clases, lo que repercutirá en el ya de por sí alto rezago educativo existente, ya que la educación no es simplemente un medio para adquirir conocimientos, sino una herramienta para la transformación social del país, y los mexicanos estamos urgidos de que nuestra niñez y juventud se eduquen.
Se ve complicado que la respuesta del gobierno federal cumpla las expectativas magisteriales, porque las reformas y leyes cuya abrogación se exige se hicieron porque así convenía a los gobernantes en turno, para mantener un control férreo sobre los trabajadores de la educación.
Los gobernantes actuales no pueden desdeñarlas, porque necesitan de ese control. Así pues, lo que conviene a los maestros, como al resto de los mexicanos, es un cambio de la clase política en el poder, y para eso el pueblo debe unirse en un solo frente de lucha.
¿Por qué no enriquecer el programa de demandas del magisterio con las del pueblo trabajador? Probablemente eso no se ha ensayado, pero va siendo hora de que las cosas en nuestro país cambien para bien de quienes sostienen con su trabajo el funcionamiento de la sociedad.
Va llegando la hora de que el pueblo se lance a la calle por la conquista de una mejor sociedad para todos. Así, magisterio y pueblo saldrían ganando, me parece a mí.
Por lo pronto, el Movimiento Antorchista Nacional, aunque de manera modesta, pone su grano de arena trabajando y luchando al lado de distintos sectores de la población, entre ellos el magisterial, para que las cosas en nuestro país cambien en favor de todos los oprimidos de nuestra patria.
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