Es frase recurrente hablar de la juventud. En distintos estratos y sectores de la sociedad se enumeran sus virtudes y se avizora su papel protagónico. Según sea el orador en cuestión, se afirma: los jóvenes son el futuro de México. Incluso en el reciente proceso electoral, sabedores del potencial que representaban en las urnas, toda vez que constituyen el 30 % de la población según el Consejo Nacional de Población (Conapo), fueron objeto de discursos y retórica reiterada hablando de sus virtudes y compromiso con este sector. Pero, como siempre, simple y llanamente, palabrería hueca carente de verdadero compromiso.
Hace más el que quiere que el que puede, y eso lo demostramos todos los días con hechos concretos en favor de la juventud.
Lo anterior no son declaraciones catastrofistas. Echemos un vistazo a algunos datos que resultan elocuentes, para ilustrar que, en el peor de los casos, algo está fallando. Aunque, a mi juicio, el fondo es que no hay una política seria encaminada a buscar condiciones de desarrollo para la juventud. Veamos:
Primero. Según el Quinto Informe de Labores de la Secretaría de Educación, en México al inicio del ciclo escolar 2017-2018 la matrícula era de 5 millones 640 mil 800 alumnos, y para el ciclo escolar 2022-2023 pasó a 5 millones 379 mil 900 alumnos; es decir, decreció la población escolar en 260 mil 900 alumnos, a pesar de que la población presenta un incremento sostenido.
Segundo. En el informe referido también se habla de 21 mil 288 escuelas. En el ciclo 2022-2023 existen 21 mil 266: se cerraron 22 planteles. Pero si consideramos que la población crece sostenidamente, podemos afirmar que se le van quitando opciones a las nuevas generaciones.
Tercero. Acerquemos la lupa a la situación en nuestro estado. Según el informe de la Secretaría de Educación y Cultura (SEC), en el ciclo 2021-2022 existía una matrícula total de 474 mil 387 estudiantes, de los cuales 241 mil 793 (51 %) son mujeres y 232 mil 595 (49 %) son hombres.
Esto representa el 1.4 % del estudiantado nacional, pero veamos con detenimiento su composición: inicial 0.9 %, preescolar 15 %, primaria 41.8 %, secundaria 18.8 %, educación media superior 13 % y educación superior 10.5 %. La porción descendente da cuenta de cómo se van reduciendo las opciones.
Lo anterior da puntual cuenta de lo dicho al principio: estamos ante discursos vacuos. Ni las entregas monetarias a los jóvenes de bachillerato ni los programas de rescate como “Jóvenes Construyendo el Futuro” constituyen opciones serias que garanticen el avance de las nuevas generaciones ni un futuro certero.
Ante ello, el trabajo que hacemos en el Movimiento Antorchista constituye una proeza, toda vez que se hace a través de gestoría y, muchas veces, con la negativa de las autoridades a respaldar proyectos a favor de la juventud. Traigo a cuenta tres casos en nuestro estado, que son prueba de que no sólo decimos, sino que hacemos todos los días.
Uno. El pasado 4 de julio se graduaron ochenta jóvenes del Cobaez Trancoso, siendo la generación número 21 de esta institución edificada con el esfuerzo de los militantes de nuestro movimiento.
Dos. En Guadalupe existe un imponente edificio donde funciona la Casa del Estudiante Francisco García Salinas, que ha dado albergue desde hace años a jóvenes de escasos recursos que desean estudiar en el centro del estado y no tienen dónde residir.
Tres. A partir de este ciclo funcionará en Sain Alto y en Guadalupe una preparatoria en modalidad sabatina para gente que labora o que no tuvo acceso a las escuelas públicas.
Lo anterior constituye una clara prueba de que hace más el que quiere que el que puede, que nuestra vocación de servicio, nuestro compromiso real con la juventud no admite dudas. Por ello, hago una invitación a mis posibles lectores a que valoren cualquiera de las opciones mencionadas y que se sumen con entusiasmo, pues con ello brindarán auténticas alternativas a la juventud.
Viene a cuenta aquella frase de Ignacio Manuel Altamirano: El pueblo debe instruirse, instruido será rey; ignorante vivirá bajo una vergonzosa tutela.
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