“Yahvé, ¿Quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién residirá en tu santo monte?
El que anda con integridad y obra con justicia
El que no presta su dinero a interés…” (Salmo XV).
Jaques Le Goff (Francia 1924-2014 ), ha sido uno de los historiadores medievalistas más prolíficos de los últimos tiempos, sus aportaciones sobre diversos aspectos de la vida en la Edad Media han permitido comprender dicho periodo de otra manera “lejos de ofrecer una Edad Media sombría, meramente rural o zanjada por una leyenda dorada, construye con intuición antropológica y una escritura muy diáfana un mundo medieval de una honda sensibilidad, compuesto por imágenes abrumadoras, fantasías oníricas y ciudades amuralladas donde cobran vida unos actores sociales que son capaces de procesar su modus vivendi y crear formas de asumir o combatir esa realidad” (Jaques Le Goff, 1924-2014, Freijomil Andrés).
Lo maravillo y cotidiano del occidente medieval, Mercaderes y banqueros de la Edad Media, La Baja Edad Media, intelectuales de la Edad Media, El nacimiento del purgatorio, entre otros, son algunos de sus trabajos más destacados.
La bolsa y la vida se publicó por primera vez en 1986, en ella Le Goff analiza los grandes cambios que sucedieron entre los siglos XII y XIV d.C. en la vida económica e ideológica de Europa. En tales cambios, la usura y las personas que la practicaban jugaron un papel cardinal, por un lado, la práctica de la usura era repudiada por la sociedad y castigada por la iglesia, por otro, las crisis constantes en ese periodo y la bonanza de los usureros hacía que la sociedad, en particular los monarcas, necesitaran cada vez más de ellos.
¿Qué es la usura? “Es la imposición de un interés por un prestamista en operaciones en las que no cabe un interés…, la usura aparece cuando no hay producción o transformación material de bienes concretos” (Le Goff, la bolsa y la vida).
La obra está dividida en 6 capítulos: Entre el dinero y el infierno, la usura y el usurero; la bolsa: la usura; el ladrón de tiempo; el usurero y la muerte; la bolsa y la vida: el purgatorio y; el corazón también tiene sus lágrimas. Como ya se comenta líneas atrás, el autor analiza cómo es que una práctica tan polémica, repudiada y castigada se impuso y se convirtió en el embrión del nuevo sistema económico que estaba surgiendo, el capitalismo.
Dichos cambios en la vida material tuvieron repercusiones en la ideología, es decir en el conjunto de creencias que existía en esos momentos, la mayoría relacionada con cuestiones religiosas, pues la religión, en particular la católica dominaba buena parte de Europa. Así se explican las importantes modificaciones que tuvo que realizar la iglesia para justificar la nueva realidad, es decir la actividad del usurero y la necesidad de su existencia.
En la obra, le Goff comenta que a partir del siglo XIII “la concepción del pecado y de la penitencia cambian profundamente, se interioriza, se espiritualiza. En adelante, la gravedad del pecado se mide por la intención del pecador. Hay que indagar pues, si la intención era buena o mala… el resultado de esto es un profundo cambio en la práctica de la confesión. De colectiva y pública, de ceremonia individual y reservada a los pecados más graves, la confesión se hace auricular, de boca a oído, individual y privada, universal y relativamente frecuente” (Le Goff, la bolsa y la vida).
Lo anterior hizo posible que el penitente pudiera explicar la razón por la que cometió el pecado y también la posibilidad de salvarse si verdaderamente lo reconocía. Como el confesor también había cambiado su rol, éste podía librar al pecador de la usura, pues podía apreciar dicho pecado de otra manera, no como pecado mortal, sino como venial” (Le Goff, la bolsa y la vida).
Además de los cambios mencionados, sucedió otro de gran envergadura, el surgimiento del purgatorio con la reforma gregoriana. Hasta antes de la existencia del purgatorio, la suerte de los muertos solo tenía dos direcciones, el infierno o la vida eterna, la usura era de los pecados que mandaban directo al infierno a quienes la practicaba. Por lo anterior, había que buscar una posibilidad para que las almas pudieran sanar los pecados e irse a la vida eterna, el purgatorio fue la solución.
La obra de Le Goff, o por decirlo mejor, el tema que desarrolla en La bolsa y la vida no solo contribuye a esclarecer temas cardinales del periodo feudal, sino que es un ejemplo más de lo que comenta Marx en la Contribución a la Crítica de la Economía Política, de que en la producción social de los hombres se establecen relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de las fuerzas productivas materiales. Estas relaciones es lo que se conoce como estructura y sobre esta base se forma la superestructura jurídica y política y a ella corresponden determinadas formas de conciencia. Llegado a un punto, el desarrollo de dichas fuerzas productivas entra en contradicción con las relaciones de producción y esto a su vez, produce cambios en la superestructura.
Henri Pirenne comenta que entre los siglos XI y XII renació el comercio en Europa, esto trajo como consecuencia que los comerciantes pudieran acumular dinero. Ya para los siglos XIII y XIV dicha acumulación era considerable. Como muestra de lo anterior, en el XI surgieron las ferias y a mediados del XIV comenzaba su decadencia, pero no porque no funcionaran, sino precisamente porque funcionaron, cumplieron su papel, le dieron fuerte impulso al comercio y la acumulación (Historia económica y social de la Edad Media, H. Pirenne).
El incremento del comercio tuvo como consecuencia un requerimiento mayor de mercancías y de alimentos, el cual obligó a la sociedad a incrementar su producción. Para aumentar la producción se necesitaba inversión y es aquí donde jugó su papel el dinero acumulado por parte de los comerciantes y artesanos, sobre todo los primeros.
Poco a poco el prestamista empezó a cumplir un rol mayor en la sociedad, pues acudían a él no solo otros comerciantes, artesanos o gente común, sino la nobleza y la misma iglesia. Destaca Pirenne que a principios del siglo XIII toda la alta nobleza de la cuenca del Escalda se encontraba endeudada con los burgueses de las villas (Historia económica y social de la Edad Media, H. Pirenne).
Como podemos notar, en el periodo estaban sucediendo importantes cambios en la estructura económica de la sociedad, lo anterior, necesariamente tenía que repercutir en la superestructura; el comerciante prestamista y el artesano estaban revolucionando el mundo y con ello también el conjunto de creencias. La sociedad primero los necesitó materialmente y después los justificó espiritualmente.
Pasados muchos siglos desde su aparición, la realidad ha cambiado considerablemente, ahora el papel del usurero (bancos y todo el sistema financiero) se ha convertido en una traba para la sociedad, ya no es revolucionario, ahora es reaccionario. Ya no solo prestan para que incremente la producción, sino para que millones de seres humanos puedan sobrevivir unos cuantos días o resolver un problema temporal. Lo que no saben estas personas es que esa “solución” se convertirá en un martirio de largo alcance, cual judío errante que carga con el pecado de manera permanente, el deudor vivirá presionado y acosado por su prestamista; en algunas ocasiones, incluso después de que haya muerto, sus familiares correrán la misma suerte.
En Estados Unidos el 77% de los hogares se encuentran endeudadas, mientras que los principales bancos son más grandes y más rentables que antes de la crisis de 2008 (BBC, 2022). Para el caso de nuestro país, seis de cada 10 personas tienen deudas o están sobreendeudadas, lo anterior provoca que el estrés que sufren por dichas deudas sea cada vez mayor, el 39% de la población tiene un alto nivel de estrés financiero; el 34%.6 un nivel moderado, y el 28.5% un nivel bajo o nulo (El Economista, junio 2024 y La Jornada, septiembre 2024).
¿Qué hacer ante tal situación? En realidad, solo existen dos alternativas: permitir que todo siga igual u organizarse y luchar por una sociedad diferente, donde la gente viva mejor, donde la salida a una deuda no sea el suicidio, sino que donde ni siquiera se tenga que pedir prestado para sobrevivir.
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