MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Dos años sin justicia para Conrado, Mercedes y Vladimir

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Se cumplen dos años de la muerte que nos tomó por sorpresa, por injusta, por triste, por infame, de nuestros compañeros: Conrado Hernández, Mercedes Martínez, su esposa, y de su pequeño hijo, Vladimir, tres mexicanos buenos en toda la extensión de la palabra, y sobre todo antorchistas, que conjuga todos los adjetivos positivos.

Mercedes y Conrado militaban desde hace muchos años en las filas del antorchismo nacional, y en sus últimos años en el estado de Guerrero. Sus primeros pasos en esta organización los dieron en el terreno estudiantil, emprendiendo luchas decididas en favor de los estudiantes humildes, a los cuales auxiliaron para poder lograr demandas importantes como construcción de casas del estudiante, becas estudiantiles y subsidios alimenticios para sus albergues.

Sin embargo, el 12 de abril de 2023 el antorchismo nacional tuvo que resignarse a perder a tres de sus compañeros, tiempo en el que hemos tenido que soportar la impunidad de su muerte y la sed de justicia, porque las autoridades encargadas de esclarecer este crimen y castigar a los asesinos no han sabido o no han querido hacer su trabajo, y la muerte de nuestros compañeros para ellas representa sólo un número más en la lista de terror que mantienen en sus manos, y que cada día suma a más y más víctimas, porque vivimos en un país sin ley, donde el más fuerte puede asesinar al débil sin tener que dar explicaciones ni mucho menos tener que pagar por ello.

La tarde del 12 de abril del año 2023, en Guerrero se esparció el rumor de un supuesto accidente que había dejado como víctimas mortales a nuestros compañeros, pero al paso de las horas y la revisión de los cuerpos se tuvo que descartar esta hipótesis, pues tres cuerpos se encontraron del lado del copiloto y el carro en el que viajaban no presentaba daños, a pesar de que supuestamente había caído al precipicio. Por último, la necropsia confirmaba que Mercedes y Conrado habían sido asesinados a golpes y Vladi había sido asfixiado, una muerte inhumana, una muerte que claro que no merecían, una muerte que no se le desea ni a nuestros peores enemigos, vaya, ni siquiera a los que con una supuesta mano justiciera andan haciendo daño por el mundo. No, nuestros compañeros recibieron una muerte muy cruel.

Sus muertes no fueron un accidente: dos años después, la impunidad confirma que en México la verdad también es una víctima.

Durante todo este tiempo nuestra organización ha exigido justicia por nuestros compañeros, con promesas al aire de altas figuras políticas que la han prometido. Se ha pedido a la Fiscalía General del Estado (FGE) que realice una investigación exhaustiva y dé con los asesinos; se ha acudido en comisión numerosa a Palacio de Gobierno para exigir justicia, y hoy, a dos años de su muerte, no queda más que el lamento de miles de antorchistas que lloran su partida.

Porque Conrado, Meche y Vladi no tenían por qué morir, estaban en la flor de la juventud y debían vivir para cumplir sus metas, sus sueños y anhelos: ver crecer a su pequeño Vladi, verlo convertido en un hombre de bien, y ellos, a su vez, continuar luchando por una patria mejor y más justa para todos los mexicanos, como lo venían haciendo desde hace muchos años. Sin embargo, sus alas fueron cortadas por los asesinos, ¿por qué? No lo sabemos.

Pero una cosa debe quedar clara: al unísono, los antorchistas de todo el país seguiremos exigiendo justicia, porque nadie debe morir en estas condiciones, de una forma tan atroz y en manos de gente sin escrúpulos y sin corazón, que arrebata la vida sin remordimientos.

Los antorchistas seguiremos exigiendo un México de paz, un México mejor para vivir, porque éste no nos gusta y no nos identifica, sólo nos llena de ira. Sin embargo, también nos deja claro que sólo la organización y la lucha de todos los mexicanos podrá lograr que nuestro país florezca. Por eso debemos tener determinación y pensar en qué país queremos heredar a nuestros hijos: un país lleno de paz o uno de aguas turbulentas, donde corramos un peligro constante.

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