En los gobiernos de ahora distingo, entre muchas otras, tres tácticas fundamentales promovidas para evitar que el pueblo mexicano ejerza libremente su derecho constitucional a organizarse voluntariamente con sus semejantes, sin presiones ni chantajes. Estas tres tácticas son: el miedo, el oportunismo y la ignorancia política, de la que se abusa masivamente.
El miedo, el oportunismo y la ignorancia política son las armas que hoy se usan para impedir que el pueblo ejerza su derecho a organizarse.
Desde el sexenio anterior, a sectores muy pobres de la población se les hizo creer que ya no era necesaria su organización independiente. La propaganda oficial fue tal, que una parte importante del pueblo cayó en el engaño y se le hizo creer que ya no era necesario organizarse para exigir solución a sus demandas, que ya estaba en el poder el partido que haría por ellos todo cuanto necesitaban, y que esto era así porque el pueblo ya estaba representado por un personaje, el presidente (AMLO), que ahora sí se preocuparía por los pobres y haría de México un país de gente feliz.
Pero seis años después, la realidad mostró lo contrario. El miedo social de antes se convirtió en terror, un terror nunca visto: el ciudadano libre se vio de pronto secuestrado o asesinado; la gente sana enfermó como nunca en su cantidad, y los enfermos de enfermedades curables murieron.
Por otro lado, los que vivían apenas con su sustento ahora ya sólo sobreviven, y los que ya eran pobres ahora mendigan limosna oficial o de cualquier tipo. De la infraestructura social ya ni hablar; el deterioro en calles, carreteras y edificios públicos muestra las evidencias innegables del abandono oficial.
En resumen, por lo que vemos, ahora el país está peor: envuelto en llamas por la violencia de la inseguridad y cayéndose a pedazos en medio de la falta de medicina, de espacios educativos, de empleos y de buenos salarios.
Es por esto que insisto: urge promover la organización popular. Pero no nos confundamos; la organización que necesitamos ahora no es aquella que se promueve para salir a votar o para quedar bien con el gobernante en turno.
La organización que necesitamos ahora es aquella que organiza a los agraviados contra quien los agravia; a los maltratados contra quienes los maltratan; a los mal gobernados contra quienes los gobiernan mal; es decir, que organiza a los explotados contra los explotadores.
La necesidad de la organización popular ha sido una demanda permanente del ser humano. Los hombres y mujeres de la antigüedad más remota ya se organizaban contra la naturaleza más agreste que les impedía vivir; y la historia tiene registros de que, en todas las épocas conocidas hasta ahora, las sociedades cambiaron cada vez que los explotados decidieron enfrentar organizados a sus explotadores.
En México, la Constitución Política que nos ha regido desde 1917 da cuenta en sus artículos de las relaciones de clase que sufrimos a lo largo de nuestra historia. Dos de sus artículos ofrezco hoy como prueba documental que dice claramente cuánto valoraban los constituyentes de entonces el derecho a la organización popular.
Artículo 8°:
“Los funcionarios y empleados públicos respetarán el ejercicio del derecho de petición, siempre que éste se formule por escrito, de manera pacífica y respetuosa (…)”.
Aquí se muestra con claridad que el derecho de petición, amparado en el artículo citado, supone visiblemente la actuación por separado en la sociedad de dos intereses opuestos que reflejan fielmente la realidad: por un lado, el interés demandante del pueblo, es decir, el que pide o reclama; y por el otro, el interés del gobierno demandado, o sea, al que se le pide o se le reclama.
¿Por qué consideraron necesario los constituyentes insertar el derecho de petición en la Constitución? La respuesta no puede ser otra: porque desde entonces ya se sabía que los intereses que defienden los gobiernos no son los intereses del pueblo.
Pero entonces, ¿qué debemos hacer si los intereses de unos y otros son contrarios? ¿Cómo hacer prevalecer justicieramente el interés de unos por encima del interés de los otros? Es aquí donde aparece la necesidad de la organización popular; y desde 1917 ya se sabía.
El derecho a la organización libre e independiente nos lo otorga el Artículo 9°:
“No se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito (…). No se considera ilegal, y no podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto a una autoridad, si no se profieren injurias contra esta, ni se hiciera uso de violencias o amenazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desee”. He aquí el arma defensora de los pobres.
Es un error histórico de algunos mexicanos el abandonar su organización popular para entregar su suerte y la de su familia a la voluntad de un partido. Pero estamos a tiempo de corregir. Construyamos la verdadera organización del pueblo. “La emancipación de las masas trabajadoras debe ser conquistada por ellas mismas” (Marx, 1864).
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