Nuestro estado se caracteriza por muchas cosas a nivel nacional, y una de ellas es lo conservadora que es su población. Es cierto, desafortunadamente al queretano le gusta mantener las cosas justo como están, sin importar que eso sea sentenciarse a una vida de injusticias, pobreza y desigualdad.
Nuestro estado tiene dos caras, no hay duda de ello, y quiero dirigirme a todos los que vivimos en la sombra, por falta de oportunidades, de recursos, a quienes nunca se nos voltea a ver y en cuyas manos está dar la vuelta a estas terribles condiciones.
¿De qué sirve un crecimiento económico sostenido si más de un tercio de la población sigue sin acceso a una vida digna?
Querétaro ha sido, en los últimos años, uno de los estados con mayor crecimiento económico en México. Sus parques industriales, su infraestructura moderna y su creciente población migrante hablan de una entidad próspera, dinámica y con visión de futuro.
Decir esto en todo lo alto ha sido tarea bien ejecutada de los panistas queretanos. Esta imagen ¡luminosa! contrasta con una realidad que permanece oculta para muchos: la persistente marginación en cientos de colonias, comunidades y zonas periféricas del estado. Querétaro tiene dos caras, y es urgente mirar de frente la más olvidada, la de miles de pobres que vivimos en este estado.
Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2022 el 33.1 % de la población del estado vivía en situación de pobreza, es decir, 850 mil personas, y el 5.1 % en pobreza extrema, es decir, 125 mil personas.
En zonas como La Negreta y sus alrededores en Corregidora, comunidades como Charco Blanco o El Romeral, así como colonias marginadas en el municipio de Querétaro como Menchaca, San José el Alto, San Miguel, etcétera, enfrentan rezagos en servicios básicos, educación, empleo y seguridad.
La otra cara de Querétaro, la del desarrollo, ha brillado con fuerza. Según cifras del Inegi, en 2023 el estado registró una tasa de crecimiento del 4.1 % en su Producto Interno Bruto (PIB), superior a la media nacional.
La industria aeroespacial, automotriz y de tecnologías de la información ha atraído inversión extranjera directa, generando empleos e impulsando una clase media emergente, particularmente en zonas como Juriquilla, El Refugio, Zibatá o Centro Sur.
Estas áreas disfrutan de servicios de primer nivel, centros comerciales modernos, instituciones educativas privadas de prestigio y espacios urbanos funcionales.
Pero esta dualidad urbana y rural, moderna y marginada, no sólo es un problema de percepción: es un reto para la planeación urbana, la justicia social y la cohesión comunitaria. ¿De qué sirve un crecimiento económico sostenido si más de un tercio de la población sigue sin acceso a una vida digna? ¿Cómo podemos presumir desarrollo cuando hay escuelas sin agua, hospitales sin insumos y colonias sin pavimentación?
El reto de Querétaro no es crecer más, sino crecer con equidad. La inversión en infraestructura social, en educación pública de calidad y en transporte accesible debe ser prioridad. Los gobiernos municipales y estatal deben mirar más allá del centro histórico o de las zonas de alta plusvalía y dirigir recursos hacia donde más se necesitan.
Querétaro puede y debe ser un modelo de desarrollo inclusivo. Pero para lograrlo, primero debe reconocer que su rostro brillante solo cuenta una parte de la historia. La otra cara, la que vive en el olvido, también merece ser vista, escuchada y atendida.
Eso es lo que pedimos los Antorchistas; es lo que venimos señalando desde hace más de treinta años en Querétaro, y el tiempo nos ha dado la razón: hoy los ricos son menos y son más ricos, y los pobres somos más, y somos más pobres.
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