Han concluido los cómputos oficiales de las elecciones municipales del pasado 1 de junio en Veracruz y aunque todavía queda la fase de impugnaciones, es difícil que haya cambios significativos en torno a los datos oficiales emitidos por el Organismo Público Local Electoral de Veracruz, por lo que es posible realizar una valoración de los resultados.
Más allá del reparto de ayuntamientos entre los distintos partidos políticos, el gran triunfador de la contienda municipal fue el abstencionismo generalizado en todo el estado. En la elección del 1ro de junio participó apenas el 49% del padrón electoral de la entidad, lo que significa que más de la mitad de veracruzanos en edad de votar no acudieron a las urnas.
El porcentaje es mucho menor al 59% de participación en la elección del pasado 2024, cuando se eligió gobernador, y también menor comparada con las 2 últimas elecciones de ayuntamientos, pues en 2021 participó el 60% del padrón electoral y 2017 cuando participó el 58%.
Tradicionalmente los comicios municipales despiertan mayor entusiasmo ciudadano que otro tipo de elección, porque se eligen cargos populares mucho más cercanos con el día a día del ciudadano promedio y porque los candidatos son mucho más conocidos en trayectoria y resultados para el público elector. Sin embargo, puede notarse cómo en esta ocasión hubo un menor interés de la ciudadanía y los resultados en la participación pueden leerse como un rechazo generalizado a la elección, el sistema de partidos y, en algunos casos, también como un desdén a los candidatos postulados.
El asunto es que la democracia representativa que nos rige y los partidos políticos que la integran cada vez despiertan menos interés entre los ciudadanos que poco a poco observan con mayor claridad que, voten por quien voten, cada tres, cuatro o seis años, de todos modos su situación económica directa no tiende a mejorar, los productos de la canasta básica se encarecen, el dinero apenas les alcanza para sobrevivir y sacar adelante a sus hijos, no pueden curarse si enferman y la posibilidad de tener una vivienda digna se ve lejana; sus comunidades y colonias continúan abandonadas, mientras que crecen la delincuencia, la vagabundez, el desempleo o la necesidad de migrar al norte del país o hacia los Estados Unidos.
Según los últimos datos reportados por la organización México, ¿cómo vamos?, en el último trimestre de 2024 en la entidad se perdieron más de 28 mil empleos y la población que vive del trabajo informal creció del 66.5% al 70.1%, lo que significa que ahora 7 de cada 10 veracruzanos labora en la total incertidumbre y sin condiciones dignas.
Por otro lado, según el Coneval, al finalizar el 2024, Veracruz se posicionó como el estado con la mayor tasa de pobreza laboral en México que alcanzó al 51.9% de la población, lo que significa que a más de la mitad de los veracruzanos no les alcanzan sus ingresos ni para adquirir los productos de la canasta básica. Este dato refleja que los salarios han bajado o han perdido poder adquisitivo frente al encarecimiento de la vida.
Así pues, abstencionismo electoral es, de alguna manera, una forma espontanea y quizá poco racionalizada de rechazo el sistema político imperante, pues no responde a los intereses genuinos de la inmensa mayoría de la población trabajadora y, por lo mismo, cada vez pierde más credibilidad frente a los millones que la componen. Al mismo tiempo refleja un alto grado de despolitización de las masas trabajadoras, lo que es muy negativo, porque las lleva a la indiferencia y la desmovilización, un objetivo perseguido por el partido gobernante que se le está revirtiendo negativamente.
Morena, el partido gobernante, perdió más de 1 millón de votos en un año. En 2024 ganó la gubernatura con más de 2 millones de sufragios, pero en esta ocasión apenas superó los 900 mil. Más allá de las causas inmediatas como las fracturas internas del partido, estos resultados demuestran que la marca está desgastada y que va dejando de ser una maquinaria electoral aplastante, muy a pesar de los programas sociales, movilizaciones frecuentes y obras faraónicas. Pasará de gobernar 104 municipios a solo 71.
En apariencia Movimiento Ciudadano (MC) y el Partido del Trabajo (PT) salieron fortalecidos de la elección, el primero gobernará 40 municipios, algunos muy importantes como los del corredor industrial Poza Rica-Tihuatlán y otros ubicados al sur del estado, mientras que el segundo pasará de gobernar 6 ayuntamientos a más de 28.
Sin embargo, al analizar los triunfos concretos vemos que los ganadores fueron impulsados por cacicazgos regionales que llevan detentando el poder desde hace décadas, mudándose de color, según soplen los vientos; en muchos casos se trata también de familiares directos de los alcaldes en funciones que no lograron imponer a sus candidatos al interior de los partidos de los que emergieron. Es decir, la gente no votó tanto por estos “nuevos partidos” sino por los candidatos impulsados por el dinero y el férreo control de los grupos caciquiles.
Al PRI y al PAN también les fue mal. El primero solo obtuvo 340 mil votos, únicamente conservó 6 de las 22 alcaldías que ganó en 2021 y aunque retuvo tres importantes cabeceras distritales: Orizaba, Perote y Cosoleacaque, la causa es la misma que la descrita anteriormente. Por otro lado, el PAN perdió más de 150 mil votos, no retuvo el municipio de Veracruz, el más grande y con mayor presupuesto de la entidad y sólo gobernará 35 ayuntamientos, en 2021 obtuvo 52; es junto al Partido Verde, el que peores resultados tuvo en esta elección, pues este último apenas obtuvo el 4% de la votación total emitida y pasó hasta el sexto lugar de preferencia.
Una conclusión necesaria es que, a pesar de la redistribución de ayuntamientos entre la partidocracia, la verdad es que la clase política gobernante será exactamente la misma en el 90% de los municipios, por lo tanto, será muy difícil que se apliquen estrategias distintas a las que hasta ahora han dado muy pocos resultados, además no debe perderse de vista que la mayoría de los ayuntamientos depende totalmente de los recursos que les destinan los gobiernos estatal y federal, recursos que cada vez son más escasos, por tanto, la falta de obras públicas y el abandono de las comunidades continuará. No hay, pues, razones para celebrar.
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