Conforme a los que se han ocupado del tema, se dice que, según el Evangelio de San Juan 19:30, las últimas palabras que Jesús de Nazaret alcanzó a decir clavado en la cruz antes de partir del mundo terrenal, se concentran en la locución latina con la que hoy me permito titular este trabajo: “Consummatum est”; que, a decir de los estudiosos, se traduce como, “Todo está cumplido” o “Se ha consumado”.
Pues bien, todo parecer indicar que para el gobierno federal “Todo está cumplido”; el asalto a la forma tradicional con la que el Estado mexicano había venido funcionando desde la Constitución de 1857, “se ha consumado”. Quienes verdaderamente manejan el Poder Ejecutivo de ahora, que desde el sexenio anterior ya mandaba de facto sobre el Legislativo, hoy, gracias a una elección popular ejecutada a modo, lo harán también en el Poder Judicial. Se acabaron los contrapesos y el equilibrio.
Todos fuimos testigos de cómo los dueños del Ejecutivo llevaron a cabo tal embate; bastó un 13% de los electores que, muchos de ellos aleccionados, coaccionados y “acordeón” en mano, le entregaron al partido oficial el poder absoluto de la nación.
Para no admitir aun lo que no me consta, no diré hoy más nada sobre el proceso electoral recién pasado; ya habrá tiempo después para eso. De lo que quiero opinar hoy, es de lo que nos espera a los mexicanos. Consumado el atraco, ¿qué sigue?
Primeramente, habría que aclarar cuál es la esencia del Estado mexicano que ha regido la vida del país hasta nuestros días. Los constituyentes del 5 de febrero de 1857, plasmaron en la Constitución de entonces la teoría democrática liberal aquella, creada por los liberales del siglo XVIII, antes de la Revolución Francesa, misma de la que se reconoce como su precursor principal al Barón de Montesquieu, un filósofo francés del siglo XVIII.
En su obra cumbre, “El Espíritu de las leyes”, el filósofo definió por vez primera las características que debían tener los tres poderes del Estado tal como los conocemos hoy, es decir, Poder Ejecutivo, Legislativo y el Poder Judicial, argumentando desde entonces en su obra que, esta separación real de poderes era crucial para evitar el abuso de poder y garantizar así la libertad política de los ciudadanos. Con poco que se piense, es claro deducir que este mismo espíritu fue el que recogieron los liberales mexicanos de entonces, y que, en 1917 moldeó después también a la Carta Magna que hoy nos rige.
Es cierto que el gobierno de hoy no pretende, cuando menos en la forma, la desaparición oficial de los tres poderes que conocemos. Pero, ¿qué necesidad hay de eso, cuando pueden tener un mismo mando en los tres presidentes de los poderes nacionales? Que esto puede ser así, lo prueba el hecho que protagoniza casi a diario el partido gobernante cada que puede, haciendo alarde exagerado de tener para su interés la mayoría del Congreso y del Senado. Y, por si fuera poco, tenemos ahora el exagerado triunfalismo con que se ufanan los dirigentes, del resultado de la elección que recién se ejecutó.
Pero ni modo, Consummatum est. Y aquí tenemos, por lo que se ve, un nuevo problema que exige explicación inmediata. Si las cosas discurren tal como algunos creemos, es claro que este nuevo golpe al sistema democrático mexicano, que buscaba precisamente la demolición del sistema judicial, representa a su vez una demolición de la forma en que ha venido operando el Estado mexicano, y, por tanto, debemos suponer que, quienes maquinaron esta demolición del Estado liberal tienen un proyecto para crear otro modelo de gobierno distinto. ¿En qué va a consistir ese nuevo modelo de Estado y gobierno diferente? Hasta ahora, al parecer, nadie lo sabe.
En algún momento durante el sexenio anterior se nos dijo, que todo esto se buscaba para poder llevar a delante y sin tropiezo alguno la llamada Cuarta Transformación. Pero tenemos qué decir aquí, que ese es precisamente parte del problema que se nos tiene que resolver a todos los mexicanos; es decir, ¿qué es la Cuarta Transformación?
Desde el sexenio anterior la prensa oficial ha dicho tanto cuanto ha querido sobre el tema; pero, hablando ya en serio, habrá algún mexicano entre el pueblo empobrecido y maltratado, que pueda decir con precisión, sin coacción, manipulación ni chantajes de ningún tipo, ¿qué es, o qué ha sido parta él la Cuarta Transformación?
Y la pregunta no sobra. El sexenio anterior cerró los Comedores Comunitarios, las guarderías, las Escuelas de Tiempo Completo y el Seguro Popular; canceló los apoyos a los niños enfermos de cáncer y a los enfermos de padecimientos crónicos degenerativos. Canceló también el programa de Apoyo a la Vivienda, el de Atención a Jornaleros Agrícolas, el de Empleo Temporal, el de Apoyo a la Comercialización, el de Formación de Recursos Humanos basada en Competencias, el de Apoyo para la Protección de Personas en estado de Necesidad, de Salud, y el de Consolidación de Reservas Urbanas (El Economista, 1 de septiembre de 2019)
Y en el sexenio actual, segundo piso de la Cuarta Transformación, las cosas no van mejor. El miedo a la inseguridad y la violencia ya se convirtió en terror irresistible; la falta de medicinas, hospitales, clínicas y de instrumental médico, es ya una desesperada desolación del personal médicos en general; las pandemias ya controladas, son una amenaza por su regreso. El hambre de algunos pobres ya degeneró en hambruna y pobreza. La situación es tal, que los mexicanos ya no se salvan ni escapando indocumentados a Norteamérica, donde los persiguen, maltratan, encarcelan, deportan y rasuran sus pobres ingresos.
Es por esto que la pregunta resulta relevante y de suma importancia para el pueblo mexicano: ¿qué es, en esencia, la Cuarta Transformación? ¿A dónde nos van a llevar los gobiernos de ahora, que nos traen casi sufriendo las penas que reveló Dante Alighieri en su obra cumbre?
Pero no desesperemos; no todo está perdido. El pueblo ya comienza a despertar de su letargo involuntario; lento, pero ya despierta. El proceso electoral recién pasado nos dice claramente que el colmo está llegando a su límite. En el futuro un cambio nos espera. Trabajemos en la organización.
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